Por Fermina
Un nene muy chiquito tira patadas al aire en un intento de paso murguero. Un tetra tirado en el piso, junto a un señor, también tirado en el piso mirando fijo a la nada. Una mujer con sus tres hijos. Una pareja. Un grupo de amigas que se sonríen, se ven, se sienten en esa inmensidad. Gente sola, acompañada. Grupos grandes, chicos, y las tribunas. Esas tribunas que brotaban asombros. Miles de jovenes alentando. Todo quedó pequeño. Mirar para arriba genera vértigo. Las pequeñas sombras de los globos gigantes se mueven por todo el lugar. Un hombre y una mujer se toman de la mano mientras esperan ansiosos. Todos estamos ansiosos. Yo. Mi primer acto. La primera vez en la que dejo mi discurso de lado y pongo el cuerpo. Estaba muy ansiosa. La miro a mi amiga de a ratos, necesito comprobar que estábamos ahí, no porque fuera imposible, si no porque hace un tiempo atrás estas cosas me vienen pegando fuerte. Hace tres años la política, como a muchos jóvenes, no me interesaba demasiado. De hecho, la detestaba. Pero ahora estaba en el medio de algo increíble, con la boca abierta del asombro. Me sacudió un poco el encuentro con los chicos, la forzada entrada a empujones, la desesperación por verla. Sentí, aunque suene tonto, que era un jugador a punto de comenzar un partido con las plateas sangrando cánticos. No sé. Fuerte. Llegó ella, dio un discurso hermoso como siempre. Lloró y tuvo que parar de hablar dos veces porque, creo yo, estaba atragantada de emociones. “No hay pueblo sin Nación ni Nación sin pueblo”, dijo, y se me vino todo encima. Es que ella siempre dice lo que pienso o tal vez lo que necesito oír.
Al lado nuestro había un grupo de pibes muy emocionados y, adelante, una señora que no paraba de sacarle fotos al contexto. Porque eso es lo mágico de estos encuentros… El contexto. De eso, en realidad, quería escribir cuando empecé a escribir. Lo que más me gustó fue el entorno. La vuelta a casa en la oscuridad de la noche, rodeada de bombos y gente agotada y feliz. Y no hablo de una felicidad idiota. No hablo de esa tontera que dicen algunos sobre creer que está todo bien. Yo sé que no. Yo veo gente en la calle todo el tiempo como todos. Lo que intento definir es otro tipo de felicidad. Esa sensación cálida de formar parte de algo, de estar en un lugar donde las cosas van cambiando a medida que suena el redoblante. De saber que falta muchísimo pero estar seguros de que vamos en el camino correcto. Igual, no quiero irme muy lejos porque después me cuesta mucho volver. Les estaba contando la vuelta a casa. Bah, no volví a casa ya que fuimos a tomar algo y charlar mucho sobre todo eso y todo lo demás. Es que siempre pasan esas cosas. Decantan solas. Uno, a veces, termina más amigo de sus compañeros que de sus amigos, y creo que eso tiene que ver con la cantidad de sensaciones compartidas. Todo es una novedad para mi. Abro los ojos grandes y me asombro como un chico muy seguido últimamente.
Anoche, mientras caminábamos las muchísimas cuadras que separaban la cancha de Huracán de Congreso, sentí algo muy raro. El ambiente era nuevo. Había olor a choripan, pólvora, transpiración y perfume. Todo mezclado. El terrible calor había aflojado un poco, aunque seguíamos pegoteados de estar cuerpo a cuerpo en su discurso. Pero el protagonismo en esta lo tuvieron los bombos. Todo el tiempo sonando, y ese pasito de murga que sentí en la punta de los pies, todo el tiempo picando. Hombros que se mueven, manitas que danzan mientras todos caminábamos contentos y satisfechos. Política. Charlas. Madrugadas. Proyectos. Sueños. Bombos. Banderas. Colores. Humo. Chori. Cerveza. Caminatas. Risas. Amores. Canciones. Peleas. Todo eso me trasmite la militancia hoy. Soy nuevita en esto y ¿La verdad? Me encanta.
Qué lindo!
ResponderEliminarEste no fue mi primer acto, pero cuando terminan siempre te dejan con la misma sensación: estamos caminando el camino correcto y, lo mejor, lo estamos caminando juntos.
Ese mismo día alguien me dijo: "Muchos colores", claro, se refería a las banderas... es que "los pueblos deprimidos no vencen", le dije... y lo que sentí el viernes fue eso, alegría.
Y escucharla a ella siempre te calienta el corazón un poquito y tenés ganas de que el mañana sea hoy.
Me encantó, realmente. También fué mi primer acto de tremenda magnitud y sentí exactamente todo lo que describís. Es pertenencia, es conciencia, es celebración, es compartir. Increíble y hermoso.
ResponderEliminarLu
Es como si ese texto lo hubiera escrito yo...será porque coincidimos en el sentimiento, en el proyecto, en las ganas, en esa sensación de estar "completo" por haber encontrado tanta gente en la misma q vos, que lucha, rie y se emociona con las mismas cosas..y en el sentirte un poquitito orgulloso de vos mismo por haberte animado finalmente a participar de esto, que es grande...de haber ido y ser otro soldado del pinguino y, obviamente, de Cristina...
ResponderEliminarTe felicito por lo que escribiste, porque lograste captar el verdadero sentido de estos actos, y me alegra que hayas podido sentir esas mil sensaciones que provoca el bancar a Cristina, porque es eso lo que nos une y lo que los demás nunca van a poder entender ni nos van a poder quitar...