Por Mariano Pugliarello
La joven gira suspendida en el aire describiendo grandes semicírculos. Su cuerpo, pendiendo de una grúa de notable dimensiones, se contorsiona de múltiples formas exigiendo la puesta en juego de toda su fortaleza física. Un potente ventilador hace flamear su amplio vestido tensionándolo como si fuera la bandera de un barco en medio de un mar tormentoso. La joven sonríe.
Cuando el cuerpo se pone en juego en toda su dimensión las palabras suelen replegarse al lugar de lo escueto o la simple ausencia. El cuerpo transita naturalmente los territorios de la acción. Rechaza, como si lo obligaran a probarse un traje de talla pequeña o mal confeccionado, las consideraciones discursivas, mucho más cuando éstas intentan normativizar su andar, sea éste pausado o vertiginoso. El cuerpo tiene sus propios modos de expresión alejados de la retórica y los sintagmas: baila, ríe, se acurruca, el cuerpo llora, se afiebra, ama, etc. Su expresividad intrínseca es pre-política. Las potencias del cuerpo son el saldo de sus despliegues y repliegues respecto de un universo conviviente y amenazante a la vez: el del lenguaje. El cuerpo aterido por el lenguaje, necesario por cierto, inaugura su propia neurosis.
La tensión entre el universo de lo adulto y el de lo joven es una tensión que transita también el universo de la dialéctica entre el Cuerpo y el Lenguaje. El universo de lo Joven es aquel donde lo corporal es presencia: el cuerpo no es subalterno, no está replegado, se muestra, se pone en juego (juega), tensiona sus límites. En este sentido, la palabra no es depreciada, sino que ocupa el lugar de lo herramental. Por el contrario, el universo de lo Adulto es el lugar de la cautela: el cuerpo está inscrito en la dinámica de los cuidados. Su andar se vuelve solemne o simplemente cae bajo la impronta del quietismo.
La manifestación popular surgida a partir de la muerte de Néstor Kirchner fue antes que nada un tributo al Joven que nos había dejado. Homenaje pre-político, corporal, en el que se evoca también a todas y todos aquellos que en diferentes momentos de nuestra historia deciden poner el cuerpo al servicio de la idea: su juventud al servicio de la política. Y juventud no es aquí una categorización cronológica o biologicista, sino que atiende los saldos de la dialéctica antes esbozada. Es por ésto, que todos aquellos que nos sentimos convocados a dar testimonio de nuestra tristeza llenamos la plaza de jóvenes. Desplegamos el cuerpo para reivindicar la política en su acepción más originaria y dinámica; en su opción menos neurótica, adulta y estática.
Claro está, el universo de lo adulto es también el de lo cristalizado; de lo vetusto. Por esto es que, pasada la conmoción comenzaron a aparecer interpretaciones en las que como siempre desde la adultez se deslegitima el discurso joven en su doble dimensión: el discurso del cuerpo y el de la palabra. En el primer caso, la deslegitimación viene de la mano del temor y la incomodidad: el cuerpo adulto, decadente, anti expresivo menosprecia los despliegues, las danzas, las contorsiones, los aglutinamientos; sean todas estas motivadas por la alegría o la tristeza. En el segundo caso por razones obvias, porque el discurso delo adulto es el discurso institucionalizado, el discurso del poder, el lugar en el que se inscriben y por el que circulan la norma y la ley. Entonces toda interpretación “adulta” carga en sí, a la vez que intenta suprimirla, con la dialéctica propia del enfrentamiento con aquello que el mundo de lo adulto intenta apresar, coartar entretener.
Lo novedoso de las movilizaciones del 27, 28 y 29 de Octubre es a la vez lo inquietante para algunos: el triunfo pre-político del cuerpo como sustrato de lo político. Una vez más los cuerpos salieron de su aparente invisibilidad, de su entretenimiento y se mostraron desafiando con su propio lenguaje. Lo inquietante para algunos es la reivindicación y el homenaje al cuerpo jugado el todo por el todo al servicio de la Idea y la praxis política. Y en este colapsar masivo de miles de células que representa a la muerte de Néstor Kirchner, una vez más queda claro que, si en el mundo de lo adulto, siguiendo órdenes, las batallas y la guerra las peleamos los jóvenes poniéndonos en juego nuestro cuerpo, lejos están, los despliegues aquí esbozados, de ser un buen ejemplo de mandato externo, sino una muestra de feliz rebeldía.
