Algo personal

Por Fermina

El corazón late cada vez más fuerte. Pero las cosas no cambian de un día para el otro y los dolores no sanan rápido. Tal vez no lo hagan nunca, pero mientras tanto resistimos y buscamos la justa justicia. Y cuando se rompen baldosas es la plaza, esa plaza que antes nos sonaba tan lejana, nuestro punto de encuentro para muchas tardes llenas de pueblo, en donde se levantan banderas de todos los colores y de fondo se escuchan los estruendosos bombos. Todo el día. Todo el tiempo se escuchan bombos. Y en mi cuerpo laten emparejado a mis palpitaciones, que son fuertes y atolondradas cuando pienso en lo que era, soy y seré. Ahora, en esa tierra seca que era para mi la política, hay un pequeño tallito que demuestra que aún hay esperanza. Suena cursi, claro. Casi todo lo pasional termina siéndolo.

Ese día miré fijo la pantalla cuando se levantó una de las dos potentes ruedas que llevaban el avión hacia el sur. Se me estrujó el corazón. Me agarró rabia. Sentí la injusticia y lloré por primera vez en esos tres días de duelo. Fueron días eternos al igual que él, que será eterno también. Se huele en el aire la transformación de un ser humano a mito, a leyenda y a pintada.

Es que de un lado están las flores, la alegría, la imprescindible memoria llena de finales que generan comienzos y ganas de seguir creciendo. Del otro: Simplemente el odio. El odio por verlos tan felices. El odio por saber que aquellos condenados hace un tiempo, hoy pueblan las calles coloreando las plazas con cultura y solidaridad. La revolución está floreciendo. Una revolución dulce, fuerte y jóven. Y está bien que la política esté de moda. Es justo. Nos tocaba a nosotros. Somos los protagonistas de lo que viene, los soldados en contra de todos esos demonios que miran con recelo y esperan el momento indicado para saltar y pegar un arañazo que nos destruya, otra vez, el corazón. Hoy estamos más listos. Creemos en el poder de las ideas y el valor de las intenciones. La juventud destila garra. Desarrollamos, a través de los años, todos nuestros sentidos. Cualquier movimiento en falso, atentos, respiramos despacio y nos imponemos. Las piernas firmes. La mirada pesada y decidida. Eso somos y eso nos gustaría ser. Una flor de hierro esperando la próxima primavera. La próxima primavera que es todos los días.

Todos sabemos que falta mucho, pero lo que también sabemos es que estamos cada vez más cerca.